Elena se despertó de un profundo sueño. Intentó abrir los ojos, pero no pudo; los sentía pegados. Su cuerpo tampoco parecía responderle. Era como haber despertado en mitad de la fase REM, cuando no debería haberlo hecho, y recobrar la consciencia le estaba costando todo su esfuerzo.
Después de
varios minutos, consiguió abrir y cerrar las manos, movió los dedos de los
pies. Siguió desentumeciéndose hasta que logró incorporarse y abrir los ojos.
Agradeció la oscuridad de la sala, la luz habría dañado sus ojos cansados. Se
levantó de lo que le pareció una camilla y se desconectó varios cables que
tenía conectados a la cabeza con prisa y sin cuidado.
‘¿Dónde
estoy?’ Elena no había visto jamás aquella sala. No sabía por qué se había
dormido, no tenía memoria de antes de despertar. Sabía que tenía algo
importante que hacer, pero era capaz de recordarlo.
La sala
parecía un antiguo laboratorio. No tenía recuerdos de haber estado en uno
antes, pero simplemente, había cosas que sabía. Había pantallas de ordenador
apagadas, frascos vacíos y lo que parecían ser instrumentos quirúrgicos
oxidados y romos. La única fuente de luz procedía de unos cables arrancados en
el suelo que chisporroteaban. Elena se levantó, esquivando las chispas, y se
dirigió hacia la puerta, la única salida visible, puesto que la habitación no
tenía ventanas. Salió al corredor donde reinaba la oscuridad más absoluta, pero
por suerte sus ojos se iban acostumbrando poco a poco y podía ver por dónde
caminaba.
Tras andar
por el largo pasillo, alcanzó unas escaleras que parecían subir. Con cuidado, e
intentando no hacer ruido, Elena subió. No sabía quién podría estar allí fuera,
pero una idea cada vez más alarmante comenzó a tomar forma en su cabeza, cada
vez más clara: era una posibilidad que ella fuese parte de un experimento.
Quizás había salido mal, y la habían abandonado a su suerte en aquella sala
antiséptica.
El edificio
se caía a pedazos, pero aun veía una serie de taquillas rotas o caídas y varias
aulas abandonadas. ‘¿Estoy en un colegio?’ Ella no recordaba que hubiesen
laboratorios en los colegios, no como aquel. Cogió una piedra bastante grande,
como precaución, no sabía si la estaban esperando fuera y no tenía nada para
defenderse.
Elena llegó
a dos puertas grandes de metal, descascarilladas y antiguas, pero aún en pie.
Abrió la puerta con cuidado y chirriaron escandalosamente. Se dio prisa en
salir y la luz del atardecer por poco la ciega; cerró los ojos e intentó
acostumbrarse poco a poco a la luz del crepúsculo. Cuando por fin lo consiguió,
vio que estaba ante un patio gigantesco, que ocupada dos veces el colegio. La
visión del suelo de hormigón, los
columpios y toboganes sucios, oxidados y llenos de putrefacción, le provocaron
arcadas. El hedor a descomposición inundaba el aire. ‘¿Dónde están los niños?
¿Y los profesores, y las demás personas?’ Elena obtuvo imágenes fugaces de
niños jugando y riendo en un patio de colegio, muy parecido a aquel, donde
todos eran felices y se oían los gritos y el rumor de los chicos divirtiéndose.
Allí no se
oía nada. Elena se asustaba del sonido de sus propios pasos, que sonaban
demasiado alto en contraste con el patio sepulcral. No había pájaros, no
soplaba el viento. Era como estar en un patio de colegio sintético y antinatural.
Dejó de
avanzar. No sabía a dónde ir, pero aquello estaba mal; a medida que oscurecía,
el sitio parecía cada vez más siniestro y aterrador. Decidió volver al colegio,
a la seguridad de un edificio cerrado, investigar el lugar e intentar que su memoria
volviese. Quizá en el laboratorio había algo que no había visto, algún
documento u objeto que la ayudase a recordar qué hacía allí, sola.
Cuando se
dio la vuelta y encaró el edificio, la piedra se deslizó lentamente de su mano
e hizo un ruido sordo contra el suelo de hormigón.
No estaba
sola.
Retos: Escribir la escena en un patio del colegio y añadir la frase: ''¿Dónde están los niños?''